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28
Junio
ERIC SARDINAS & BIG MOTOR (Sala Zentral, Pamplona/Iruña)
Crónica y fotos: Javi Galeano
Actuó el: 21/6//2016    

 

 

 

Martes 21 de Junio, un día entre semana, un calor de justicia y mucha gente de vacaciones, partido de Eurocopa y, aun así, la sala Zentral tuvo una relativa buena respuesta de público al concierto de Eric Sardinas & Big Motor.

 

 

 

 

 

Acababan de llegar de Noruega de un largo viaje con varios transbordos y el cansancio se hizo notar en la cara de Eric pero, pese a todo, supo estar a la altura de las circunstancias y, aunque hubo momentos en que se le hacía cuesta arriba poder afinar su castigado dobro, cumplió con su cometido más que satisfactoriamente.

 

 

 





 

 

Para una persona como el que escribe estas líneas, que ha visto a Eric Sardinas infinidad de veces, no sería uno de sus mejores conciertos, pero tampoco defraudó. Pero, sobre todo, para los que le veían por primera vez, consiguió captar su atención con su forma tan original de explotar un estilo tan tradicional como es el blues rock


 

Mucha gente es la que repetía yendo a ver a Big Motor y Eric Sardinas, pese a ser un asiduo del circuito estatal de festivales, porque sus directos, y este no fue una excepción, son más que entretenidos.

 








 


 

No bajó del escenario, no se subió a la barra del bar, ni tampoco quemó su guitarra, pero el show de Eric no se sustenta en ese tipo de sorpresas con las que suele abrumar al gentío, sino que se basó en lo que mejor sabe hacer: música

 


 

No faltaron “How many more years” o “I can’t be satisfied”, ni tampoco se olvidaron de hacer corear al público con “Get down to wiskey” o “If you don love me”. Los momentos de blues más pausado también sonaron esa noche y “Bad boy blues” fue uno de esos ejemplos.

 

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Blues denso unas veces, punzante otras, ágil y rápido en la mayoría de los momentos, bailón divertido en todos. Pero, sobre todo, un blues que muestra un profundo respeto por las raíces con un tema que no suele faltar en sus directos y, en Iruña, no fue una excepción cuando interpretaron “Road house blues” de The Doors en los bises más que demandados y complacidos.

 


 

La banda, compuesta para este tour por Paul Loranger al bajo y Demi Lee Solorio a la batería sirve de un colchón más que confortable para los solos de Eric. Pero ellos también saben hacer explotar sus instrumentos y lo demuestran en sendos momentos personales de gran intensidad donde acercan otros estilos, como el funk, al blues omnipresente.



Paul, especialmente, estuvo muy comunicador y atento con el respetable que no dudó en llamar su atención cuando mencionó la palabra “España”, que suele ser un tanto tabú por estas tierras al referirse a este territorio, pero no dudó en aclarar que estaban muy contentos de volver por el “Basque Country”, tras lo cual la mayoría del público respondió con un aplauso.

 



 

La estética de Eric Sardinas para esta ocasión es toda una declaración de intenciones, con su mezcla tejana, bohemia y bizarra a la vez, sin olvidarse de vestir su amplificador Marshall de válvulas con la bandera de su país, los Estados Unidos, mostrando así el orgullo por lo mejor de su tierra y sus tradiciones.

 


 

 

 

Big Motor y Eric son una banda que está en contacto continuo con el público y lo a hacen parte del show, formando parte de los coros y al final de éste, como en Pamplona, cuando conceden unos minutos para intercambiar unas palabras con los seguidores, firmar unos autógrafos, etc.

 

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También hubo una master class previa al evento, en la que Eric desveló algunos de los secretos de la guitarra slide a todos los poseedores de la entrada que se pusieron en contacto con la sala Zentral.

 

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Los responsables de promover este evento, la Asociación Burlada Blues, junto con la tienda de guitarras, El Infiernito, quisieron premiar a los asistentes de este concierto con un regalo más que significativo, una guitarra firmada por el mismísimo Eric Sardinas que se otorgó al número elegido al azar por éste que coincidió con un chico del público. Tras recibir su premio y agradecer con un efusivo abrazo al maestro de ceremonias, nos confesó que este iba a ser un regalo para que su hija comenzara a tocar la guitarra. Sin duda todo un incentivo.

 

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Fue una tarde llena de regalos para los oídos, para el decaimiento y para reencontrarse con jóvenes y viejos rockeros amantes de los sonidos más blueseros que, a pesar de que la entrada no fuera precisamente barata, la recompensa mediante una sala de lujo, con unos profesionales que hacen que el sonido, las luces, la seguridad y la producción, en general, estén donde deben, sumado a unos músicos que muestran un respeto por el público dándole un show en condiciones, es más que satisfactorio.

 

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