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Sep
STEVE VAI - Auditorio Baluarte (Pamplona)
Crónica: Javi Galeano - Fotos: Roberto Lechado
20/9/2014 (Pamplona)    

No había ningún platillo volante aparcado cerca del Baluarte de Pamplona, ni tampoco se vio ninguna escalera que bajara del cielo de Iruña ese día. Pero el humanoide que tocó la guitarra esa noche, aunque no fuera ni un alien ni un semidiós, era algo totalmente fuera de lo común.
Después de sonar el último disco al completo de Devin Townsend, algo más que anecdótico vocalista de Vai, mientras el personal se acomodaba, la megafonía dio paso al espectáculo.
A través del ojo del retrato de Steve Vai, que decoraba el fondo del escenario, un cañón de luz iluminaba la escena al ritmo de los primero sonidos de la guitarra de Steve, antes de saltar a las tablas, con un tema de su último álbum  The Story of Light, que continúan presentando, Racing the world seguido de Velorum, con su milicia detrás. La misma que el año pasado: Dave Weiner al guitarra y Jeremy Colson a la batería, que tendrían sus momentos de gloria esa noche y un efectivo Philip Dynue al bajo, que a pesar que es un impresionante músico, no le quedaba más remedio que ser eclipsado por Steve Vai.

 


 

Después de las presentaciones Steve comenzó a levantar la congregación del Baluarte con “Building the church”, el potente tema que abría su disco de 2005 “Real Illusions: Reflections”, seguido de “Tender Surrender” la relajante canción que cerraba el de 1995, Alien Love Secrets.
De vuelta a los ritmos muy marcados con su etílica “Gravity Storm” que sube y baja de tonos de manera pasmosa y hace balancear al personal en sus asientos, con este hit de su último disco, para seguidamente ceder el turno en el centro del escenario a su compañero en el proscenio a las guitarras desde hace más de 10 años, Dace Weiner. El para nada egocéntrico músico, encandiló al respetable con un pequeño set acústico sacado de su álbum en solitario, que tras finalizar, Vai no dudó en promocionar, al igual que su merchandaishing con un tono muy jocoso, y Weiner se acercó a él simulando que le metía unos billetes en el bolsillo por hacerle publicidad.

 


 

Volvió a llegar la distorsión poco a poco con la ejecución del joven tema “Weaping China Doll”, que ya es todo un clásico en el poco tiempo que tiene el álbum, muy versionada ya por cientos de seguidores en la red. Canción de medios tiempos que darían paso a “Answers” de su premiado y laureado “Passion and Warfare”, sonidos funkies mezclados con otros más heavies y clásicos, con esa tonadilla final tan repetida desde el “Flexable” que parece hacer una llamada al modo de encuentros en la tercera fase, para reunirse con los suyos de la otra parte de la galaxia.
“The Animal” sería la siguiente representante de aquel afamado disco en el que estrenó sus guitarras de 7 cuerdas. Un tema lleno de groove en la que castiga la barra trémolo y demuestra su velocidad sobre el mástil.
Y si en la anterior canción hacía un uso indiscriminado de la barra y su mano izquierda se movía a una velocidad vertiginosa, en “Whispering a prayer” demostraría todo lo contrario, la importancia del silencio en la música, la expresividad de la barra trémolo utilizada de una manera muy particular que hace muy difícil una interpretación a la altura de Vai. Solo él sabe llevar un ritmo pausado en su ejecución porque esta canción y él son una sola cosa.
El ambiente relajado que creó después del tema al que dio protagonismo en “Where The Wild Things Are”, cambió por completo con otro pelotazo, y uno de mis favoritos desde que era un chaval, “The Audience Is Listening”, haciendo un uso y abuso del wha wha sin precedentes, que dan toda la vida a este corte de Pasion and Warfare.

 


 

Ya en el epicentro del show era momento para un interludio y bajar saturación a los amplificadores, coger la electroacústica y volver a los tiempos de “Sex and Religion”, aquellos tiempos en los que empezó a introducir su voz sumada a la del brillante Devin Townsend. Aunque aquí lo hizo Vai, sentado a modo unplugged, solo ante el micro, sin defraudar con sus correctas dotes vocales.
Para terminar este punto de inflexión desenchufado, volvió una vez a los 90 con “Sisters” y de repente fue interrumpido por Jeremy Colson que apareció en escena para intentar robar protagonismo a Steve, con el armatoste que nos ha enseñado en otros shows. Una batería portátil, iluminada y decorada de la forma más surrealista, que permite a Colson tocar de pie, aunque no por mucho peso porque el “invento” debe pesar lo suyo. Tocaron juntos Treasure Island.
Y de ahí, nos refrescaron la mente llevándonos a 1984, año en que se publicó “Flex Able”, primer disco de estudio y el que aparecía otro de los favoritos de este cronista, “Salamanders In The Sun”. Canción que a más de uno nos evoca al genio de las producciones infantiles Jim Henson, creador del Sesame Street, donde pude escuchar esta canción llena de xilófonos (uno de los primeros instrumentos de Vai) a una edad que ni recuerdo, por primera vez.
La segunda parte de la suite del Fire Garden dejó pasmados, si no se habían quedado ya, a los profanos en el mundo de Steve Vai, con esta obra que recoge su madurez compositiva, técnica y artística. Una vez hipnotizados los asistentes, Steve ya era capaz de controlar los ojos de todos al final de la canción, y hacer creer que realizaba slides con su lengua, llevando su mirada a ésta, cuando en realidad subía y bajaba el tono de las notas ayudándose de un efecto de whammy bajo su pie. Un truco a la altura del más grande ilusionista, solo visible por los que le hemos visto infinidad de veces.

 

Colson cogería el  relevo una vez más para ejecutar un solo de batería, evitándonos olvidar que detrás del nombre del cartel de esa noche había músicos de alto standing. Y una vez terminado este respiro en las cuerdas, aterrizaría una vez más el guitarrista de Nueva York, pero esta vez ataviado como todo un extraterrestre. Con un traje iluminado de arriba abajo y con una guitarra tuneado a modo alienígena. La misma que aparece en la portada de Ultra Zone. Era el corte homónimo de ese disco del 99, el que sonaría con una iluminación mínima, para resaltar el traje “estelar”. Seguídamente y una vez quitado el traje de luces, volvería a la tierra para interpretar el himno “Frank”.


Una vez terminado el tema, Steve pide ayuda al público, animando a tres personas que supieran inglés, a subir al escenario y dieran indicaciones a la banda y a él mismo a tocar lo que se les ocurriera en ese momento. A uno de ellos no se le ocurrió otra cosa que aprovechar el momento para pedirle a Vai, formar parte del disco de unos amigos suyos, a lo que contestó, para hacer centrarse al chico y no cansar a la masa, con un no rotundo. El público no paraba de reir tras esa contestación y con las reacciones de Steve Vai al pronunciar los nombres de los chavales, Ibai y Hodei.
Fueron unos momentos muy divertidos y que dieron ritmo algo novedoso al espectáculo. Algo que se remató con la ejecución de todo lo que les pasaba por la cabeza a los tres invitados, pero llevándolo al extremo interpretativo.
Los dos chicos y la chica que subieron, pasaron a ocupar unos asientos en el lateral del escenario hasta el final del show, invitados por Steve. Que remató la faena con uno de los temas más esperados y el más conocido de su carrera: “For The Love of God”. Sobran las descripciones en la interpretación de este tema archiconocido en el que siempre pone su alma, como si fuera la primera vez que la toca.
Había prometido un espectáculo que no olvidaríamos, pues esa era su intención, y así lo hizo. Todos lo tenemos grabado en la retina para siempre esos inolvidables momentos en el Baluarte de Iruña.
Ya se había despedido anteriormente diciendo que quedaba una canción, haciendo silbar a la gente por su despedida y seguidamente provocar una carcajada tras asegurar de que se trataba de una canción de tres horas. Anteriormente había bromeado diciendo que el concierto iba a ser de seis. Todo un maestro de ceremonias el señor Vai.

 

 

Llegó el final con la apoteosis de la cuarta parte de la Suite del Fire Garden, Taurus Bulba. Un tema con un claro cariz hispano. Steve se acercaba a las primeras filas con su guitarra y más de uno no pudimos evitar tocar sus cuerdas. Ahora ya puedo decir que “esa noche me acerqué a un dios y dejó que me quedara con una de sus púas”.
Finalizado el set, con las luces encendidas, casi todo el público se levantaba de los asientos, casi por completo ocupados del recinto, mientras comenzó a sonar el cover de Jeff Buckey del “Haleluya” de Leonard Cohen, aumentando las sensaciones de experiencia casi religiosa al haber presenciado tal advenimiento musical.
Las tres personas invitadas por Steve, se unieron a la banda para dar el saludo final de rigor, para dejar claro que el público para Vai, es una parte más de su espectáculo, y que no quiere ponerlos en una posición inferior, alejándose de todo ego. Una gran lección para muchos pseudo artistas.
El último mensaje que nos dejó este apicultor que nació el 6 del 6 del 66,  y que deja al final de todos sus conciertos, no era la llegada el Armagedón sino todo lo contrario: “life is good”. Fueron las últimas palabras en salir de la boca de este ser humano que desborda simpatía y espiritualidad. Un mago de la guitarra que “camina en una delgada línea entre pagano y cristiano”, y que hizo que todos los asistentes nos sintiéramos abducidos en un show de casi 3 horas.

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