Sábado por la noche en Bilbao y, el “icono” del metal gótico, Paradise Lost tocaban en el mismo centro de la ciudad. La cosa prometía. Además, Lucifer completaban un cartel lleno de una sublime oscuridad.

Después de haber tenido la suerte de aparcar al lado de la sala, justo unos minutos antes de la apertura de puertas (19:00), encontramos un buen ambiente antes del concierto. Una cola repleta de tejidos negros y grises se iba formando para entrar al local.

Ya adentro, justo al lado del merchandising oficial y del control de sonido y luces, podíamos ver un cartel publicitario y flyers sobre el 70000 Tons of Metal, un festival que se celebra cada año desde 2011, esta vez en aguas del Caribe, en un crucero atestado de bandas de metal en las que ya están confirmados los que nos tocaban ver en esta ocasión...

Muy puntuales, a eso de las 19:45, Lucifer entraron a escena invitándonos a zambullirnos en el reino de los muertos con Anubis, su primer single; después nos hechizaron con Abracadabra haciendo, literalmente, honor a su autodenominado estilo Heavy Magic Rock, y a continuación pisar aún más el freno con el pesadísimo doom de Sabbath.



Con una estética muy setentera, acorde con su manera de sonar, nos trasladaron a un mundo lleno de magia negra y libros prohibidos. Letras que podrían haber salido de la misma boca de Anton LaVey, brotaban de las cuerdas vocales de Johanna Sadonis, regadas de cuando en cuando con vino rosado. Una frontwoman que sabe transmitir sin rodeos los axiomas del conjunto.



Reminiscencias de Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple o Blue Oyster Cult, son indudables cuando escuchas a este grupo a caballo entre Berlín y Londres. Pero la marca de la casa queda plasmada por el ex-guitarrista de Cathedral, Gaz Jennings, dando el toque personal de la banda con una voz melodiosa y tensa que nos recordaba a las maneras de Dio.


Purple Pyramid, White Mountain y Morning Star, fueron los temas que siguieron en un recital que se asemejaba a una constante plegaria al maligno, acompañada de una especie de baile-ritual de Johanna que conseguía la atención de las miradas del público.



Para despedirse de la audiencia eligieron el tema Izrael, no sin antes agradecer a la gente de Paradise Lost por cederles un hueco en su tour (aunque se tuvieran que conformar con la mitad del escenario para facilitar la fluidez del evento).



Con tiempo de sobra para echar unas cervezas y despejar el escenario, los cabezas de cartel irrumpieron, alrededor de las 9 de la noche, con el single No Hope In Sight, de su último trabajo, The Plague Within. Casi la mitad del recital iba a estar basado, no solo en este último disco, sino en la parte más doom de la banda. Esa dimensión que caracterizó sus inicios y con la que han vuelto una vez más, tanto en la composición como sobre escena. Prueba de ello fue la interpretación de clásicos de los ingleses como: Widow, The Painless o As I Die.

Nick Holmes no solamente se ocupó de su faceta como vocalista, sino de animar al público haciendo las veces de maestro de ceremonias, recordando al personal de que era un sábado por la noche y habíamos venido a pasarlo bien. Más que suficiente viniendo de un tipo tan serio como él, que además no dudó en seguir alguna que otra broma con el público permaneciendo imperturbable, para mantener el ambiente lúgubre del conjunto.


A parte de una mayoría de temas pausados pero pesados, interpretaron cortes más “easy listening” como Erased, que consiguieron hacer saltar no exclusivamente a los fans de la banda, para volver a los sollozos con Praise Lamented Shade y la tortuosa Victim of the Past. Seguidamente regresamos atrás hacia “Draconian Times”  con Enchantment, uno de los grandes himnos de la banda de Halifax. Ésta y As I Die, hicieron de rebanadas rusticas perfectas para un bocadillo preparado con dos cortes actuales: Flesh from Bone y Beneath Broken Earth.

Quedaba así claro, que habían venido a presentarnos su último álbum y escogieron el set idóneo para que encajara con las nuevas canciones, intercalando temas anteriores de similar onda, con los nuevos cortes. Después de Requiem, vendría uno nuevo: Return to the Sun. Y, tras Faith Divides Us - Death Unites Us (que levantó a todo el personal), sonaría An Eternity of Lies.




El grupo se sentía a gusto tocando las nuevas composiciones, y el público les daba la bienvenida, no únicamente por la coherencia de situarlas en el listado de canciones, sino porque esta última obra de los ingleses, engloba muy sabiamente el carácter gótico y doom de una banda veterana que ha indagado en diferentes sonoridades sin perder nunca el norte (o el camino al Averno…).



A pesar de que Greg Mackintosh, (el que debería tener un calificativo similar al de “Mano Lenta” por sus intensos vibratos) Nick y Steve, permanecían prácticamente estáticos, a excepción de Aaron y Waltteri (sustituto de Adrian mientras ocupa su puesto en At the Gates), se notaba que estaban actuando con ganas, dentro de su estilo, y el respetable recogía toda esa energía desde el principio hasta el final de un evento lleno de intensidad.


Say Just Words marcaría el “fin de fiesta”, en un sala hasta arriba y con muy buen ambiente, para un concierto cargado de melancolía, romanticismo y sublimes lamentos.